Un montaje lingüísticamente sorprendente a partir del mito de Europa y de su ebullición actual.

Es peculiar, y también revelador, que el mito de un secuestro y una violación sea lo que da nombre a Europa. Hoy, los de la orilla contraria hacen el mismo trayecto cruzando el Mediterráneo, raptados por la idea de Europa, y, por el camino, son violados y extorsionados. Muchos mueren en el mar y, para los que consiguen llegar, la denegación de asilo y “campos de refugiados” les dan la bienvenida. En momentos como este y, tras tantos -ismos, ¿cómo podemos creer en la Unión Europea sin recorrer a los EU-femismos?